“En higiene y seguridad no nos dan los suficientes equipos de protección, al solicitar nuevos equipos se deduce de nuestro salario. En los baños no hay papel higiénico. El acoso sexual y laboral es invisibilizado. En la empresa, no contamos con sindicatos, sólo hay unas personas que se hacen llamar embajadores, los cuales los pone el mismo empleador.”
Esta es parte de la historia de Helen (24 años). Trabaja en una empresa textil en una zona franca de América Central. Su empresa produce ropa para marcas que se venden en todo el mundo, incluida, por supuesto, Europa. Sin embargo, las máquinas de coser industriales las venden empresas europeas, chinas y norteamericanas. Este es un ejemplo de nuestra economía globalizada, que obviamente necesita leyes adecuadas que aborden las cadenas de valor internacionales.”
“Siempre oímos que la Unión Europea habla de derechos humanos, mientras experimentamos cómo las empresas europeas presionan a los proveedores mundiales y a sus proveedores para que cumplan con rapidez y produzcan barato. Es una contradicción evidente,” comparte Ana-Cecilia Salazar, secretaria general de la JOCI. “Sin embargo, esperamos que esta contradicción se reduzca gracias a la Directiva europea sobre la diligencia debida en materia de sostenibilidad de las empresas.”
“Ha sido negociada entre los responsables políticos europeos y debatida con empresas, inversores, sindicatos, ONG y varios otros. Ya es hora de que la Directiva se haga realidad.”
Por eso exigimos respeto a los derechos humanos y a los trabajadores sobre todo en las fábricas, fábricas textiles, plantaciones y minas de este mundo. Exigimos salarios justos, comercio mundial justo en lugar de explotación y destrucción del medio ambiente.
Por eso la Ley Europea de la Cadena de Suministro está en camino. ¡Ya!