Esta oración eucarística fue realizada por Albert Hari * en los años 1970 y ha sido ligeramente adaptada al contexto actual.
Señor padre nuestro, tú amas a los hombres, a tus hijos
Han vivido en esta tierra durante más de un millón de años.
Durante cientos de miles de años, han vivido en la pobreza extrema.
Poco a poco, aprendieron a pulir la piedra, a fabricar herramientas, encender fuego, cultivar la tierra, domesticar los animales, hablar, escribir, construir chozas, casas, ciudades.
Se organizaron en tribus, pueblos, naciones.
Se amaban, estaban unidos; lucharon contra el frio, los animales, la naturaleza hostil.
Lucharon por sus intereses particulares. Lucharon entre ellos, tribu contra tribu, pueblo contra pueblo.
Se explotaban entre ellos. Los ricos aplastaban a los pobres. Apareció la esclavitud.
Crearon dioses para sí mismos. Proyectaron en ellos sus esperanzas. Esperaban que fertilizaran la tierra, que hicieran fértiles sus hogares, que derrotaran a sus enemigos….
A través de todas estas pruebas y errores, todos estos avances, todas estas debilidades, nunca diste la espalda a la gente.
Hoy, con los millones de creyentes, recordamos a Abraham. Tuvo que dejar su país, su familia, sus dioses por otra tierra. Se convirtió en el padre de un gran pueblo. Vivió todo esto para responder a tu llamado. Vemos en él, el padre de todos los creyentes.
Recordamos a Moisés. Renunció a su promoción individual en la corte del faraón. Se solidarizó con sus hermanos esclavos. Se unió a su pueblo en la larga marcha de liberación hacia la tierra prometida. Hizo todo esto en respuesta a tu llamada.
A lo largo de los siglos, forjaste un pueblo que se reconoció como el tuyo. Se liberaron de la esclavitud. Conquistaron un país. Se organizaron. Lucharon contra sus enemigos. Obtuvo victorias y sufrió derrotas. Conoció la ocupación, el exilio, la dispersión y la espera de un salvador. Conoció el enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres.
Has suscitado profetas que, en tu nombre, nos pidieron ¨hacer justicia, amar con ternura y marchar humildemente contigo¨.
Cuando, como dice la biblia, se cumplió el tiempo, enviaste a tu hijo, Jesús de Nazareth. Creció en su pueblo, trabajó con sus manos para ganarse su vida, conoció las lágrimas, la amistad, la alegría, la tentación, el hambre, el miedo. Reaccionó delante la injusticia, la falsa religión, la enfermedad y la muerte. Anuncio la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos.
Vio el odio desatado contra él por quienes se sentían molestos por su vida y su mensaje.
Fue ahorcado como un criminal entre dos guerrilleros un viernes ante la puerta de la ciudad.
Su vida y su muerte, las vivió en amistad contigo, su Padre y nuestro Padre. Creemos que tu lo has resucitado de entre los muertos.
Nos haces vislumbrar las dimensiones aún insospechadas de la historia en la que luchamos.
Hoy nos encontramos en un momento decisivo de esta historia. Nunca ha habido tanto en juego para la humanidad. Es aquí, en la lucha obrera de hoy, donde buscamos a tu hijo.
A veces vislumbramos fugazmente su espíritu en los trabajadores que se levantan, que se solidarizan, que luchan juntos.
Pero nos resulta más difícil reconocerlo en las dimensiones colectivas de nuestro combate, en el análisis de una sociedad capitalista destructiva de las personas y del planeta, en los proyectos del movimiento obrero y de los movimientos sociales, en la ruta hacia este ¨otro mundo que es posible¨ en una lucha obrera más y más internacional. Creemos que, también aquí, un día, nos revelaras tu rostro.
Te pedimos de nos fortalezcas hoy con ese pan y ese vino. Derrama tu espíritu sobre la ofrenda que te presentamos.
Recordamos a Jesús. Llegado el momento, como había amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Durante la comida que compartió con ellos, tomo pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo. ¨Tomen y coman todos de él, este es mi cuerpo que se ha entregado por ustedes¨ Tomen y beban todos, porque esta es la copa de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos, para el perdón de sus pecados. Hagan esto en memoria mía¨
Hoy, recordamos lo que Jesús hizo por nosotros. Y miramos hacia el futuro. Sabemos que cada victoria, cada derrota en nuestra lucha es un paso en un camino más largo, A través de este viaje, intentamos permanecer abiertos a ti.
Te ofrecemos el cuerpo y la sangre que nos diste, y con ellos el cuerpo y la sangre, la vida y la lucha de miles de militantes en nuestro país y en el mundo: todos esos cristianos y no cristianos que han elegido luchar. Nuestros hermanos en huelga, en prisión, desempleados, en la clandestinidad, reducidos al silencio, en exilio. Todos aquellos que están aplastados, enmudecidos, condicionados. Todos aquellos para los que ahora es imposible abrir los ojos, levantar la cabeza, permanecer unidos.
Pensamos también en los que han muerto, victimas del lucro, de las violencias y de las guerras, accidentados en el trabajo, desgastados antes de tiempo, ejecutados en las cárceles o en los estadios. En ellos, descubrimos a Jesús crucificado.
Pensamos en la Iglesia. La que queremos… la que vemos… Pensamos en todos los militantes y todas las militantes de nuestro país y del mundo que viven en la esperanza de la victoria y que continúan la lucha. En ellos, descubrimos a Jesús resucitado.
Hoy damos un paso más en el camino hacia la liberación de todos los oprimidos y a la renovación de todas las cosas. Lo hacemos con millones de hombres y mujeres. Con Cristo. En su Espíritu. Buscando tu rostro y dando gracias.
* Albert HARI - Albert nació el 15 de marzo de 1930 en Sarrebourg, Mosela. Estudió Teología de 1952 a 1955 y se ordenó sacerdote. Trabajó mucho con movimientos eclesiales en el mundo obrero, inicialmente con la JOC (Juventud Obrera Cristiana) y la ACO (Acción católica Obrera). Ha escrito varios libros, en particular Printemps d'Église en jeunesse ouvrière, en 1971; À la découverte de la Bible, tome 1 (en colaboración), en 1980 y, en particular, escribió el libro "JOCI – Juventud Obrera Cristiana Internacional- 75 años de acción, en colaboración con antiguos miembros de la JOC, en 2000.